El fenómeno de las series televisivas que se exhiben a través de empresas como Netflix, HBO y otras, las han colocado en el centro de las conversaciones del momento. La oferta es impresionante, existen tantas como tantos segmentos de mercado se han logrado identificar. Las temáticas de siempre como la acción, el suspenso, el terror y el drama son revisados ahora con impecable factura técnica, con una estética de primer nivel y con un desarrollo dramático largo, cautivante y lleno de giros inesperados; unas tienen una mirada idealizada del pasado, otras revelan un futuro que perturba y cuando del presente se trata siempre se nos lo muestra como algo inestable.
Para los chilenos ver series se ha transformado en un pasatiempo incluso preferido a salir de casa, como lo revelaba un estudio recién publicado en el diario La Tercera.
Y aunque reconozco que estar frente a un televisor por muchas horas me resulta una tarea no menor, pude dar con una que me convenció, la norteamericana “Better call Saul” extensión de la famosa “Breaking Bad”.
La historia de Jimmy MacGill, un abogado que obtiene su título profesional por correspondencia de una universidad ubicada en una isla del océano pacífico, a una edad en que el convencionalismo manda estar consolidado, después de dar tumbos en la vida muchas veces timando a incautos me pareció destacable, se trata del reiterado inicio de un perdedor que por mucho golpes que reciba, algunos de los cuales se los profiere el mismo, no está derrotado. Con astucia y con trabajo, con infatigable trabajo, logra ponerse de pie y volver a correr riesgos. Eso si que la fatalidad acecha siempre sobre él y sobre los demás personajes de la serie. De estos destacan a mi juicio tres; su hermano, un exitoso y severo abogado algo desquiciado con quien mantiene una relación de afecto, protección y resentimiento; un narcotraficante negro de impecables modales y astucia superior que nos permite entrar en el mundo que al parecer será la condena del protagonista y, Kimberly, también abogada y su hasta ahora incansable sustento amoroso, de una belleza reconfortante y de una lealtad sin estridencias.
Los hechos transcurren en el desértico y fronterizo estado de Nuevo México y la serie muestra la belleza de sus paisajes, los contrastes visuales entre la aridez de la tierra y la inmensidad del cielo, y los contrastes sociales y económicos entre un Estados Unidos desarrollado, con su variada mixtura racial y un México que se cuela con su pertinaz subdesarrollo. Es verdad que hay que hay que pasar por alto algunos pasajes algo inverosímiles, pero se le perdonan porque en ella hay más realismo y humanidad que en cualquier otra de las que hay exhibiéndose.
La cuarta temporada finalizó y estoy a la espera del anuncio de la próxima, por ahora paso algunos minutos frente al televisor navegando entre el mar de series disponibles pero me resultan falsamente extraordinarias. Al final la vida diaria resulta menos interesante que las series, hay que enfrentar la rutina, cuotas de aburrimiento y pequeñeces, lo extraordinario aquí sí que es verdaderamente extraordinario. Quizás ahí está en parte la razón de su éxito.
Italo De Blasis.
Abogado.