Opinión: Educación online: los olvidados de siempre por Mauro Mura

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La compleja crisis sanitaria que estamos viviendo a raíz de la pandemia de Covid-19, ha venido a exponer la fragilidad e ineficiencia del modelo neoliberal impuesto a fuego en Dictadura, revelando que la pobreza siempre ha estado presente, pero disfrazada de capacidad de endeudamiento.

Dentro de esta vorágine, y ante la necesidad de adaptarse al contexto, la educación avanzó hacia la modalidad online, es decir, seguir con el proceso formativo a través de las plataformas digitales. Las críticas se han dirigido hacia el método, el que, por supuesto es cuestionable, pero en este caso quiero enfocarme en lo estructural.

La educación es un proceso mucho más profundo que lo que se limita a lo meramente académico, es un espacio de sociabilización y de resguardo, donde las y los estudiantes aprenden a relacionarse con sus pares, a convivir con ideas distintas y a recibir protección y cuidado, lo que no siempre reciben en el hogar. Aún con lo anterior, no creo que la educación a través de medios digitales, en escenarios que lo ameriten como este, sea satanizable; incluso, puede llegar a ser una oportunidad. Sin embargo, para poder aplicar como corresponde un cambio de paradigma de este nivel, es necesario que todas y todos nuestros alumnos compartan las condiciones mínimas para hacerlo.

En su afán por cumplir con el avance curricular, desde la lógica exitista de que los tiempos no se pueden alterar, el Ministerio de Educación, encarnado en su Ministro Raúl Figueroa, ha pasado por alto factores mínimos para que el proceso pueda funcionar, como la conectividad de los estudiantes o la red de apoyo familiar. ¿Se puede asumir que todas y todos los jóvenes tienen acceso a computador e Internet en Chile, cuando en nuestro país aún hay casas sin derecho a agua potable? ¿Se puede esperar que la totalidad de nuestros estudiantes reciban apoyo en su hogar, para la comprensión de los contenidos, cuando el analfabetismo sigue siendo una realidad en muchos hogares?

Yendo a una necesidad mucho más básica, cómo se puede esperar que las y los alumnos se concentren como se debe en los estudios, mientras en nuestro país el pueblo debe salir a manifestarse por hambre. Con hambre no se puede estudiar, y las cajas Junaeb están lejos de ser una medida suficiente para suplir esta necesidad.

Antes de querer imponer una virtual normalidad, es necesario que el Estado supla necesidades mínimas y entregue condiciones de vida digna. Por ahora, las y los niños pobres, los postergados de siempre, siguen siendo relegados a un segundo plano, quedando a la deriva en los procesos educacionales. Aunque al Gobierno le cueste entenderlo, en la tónica de su gestión, no existen personas de primera y segunda categoría.

El problema no es la educación online, el problema es la desigualdad.

 

Mauro Mura Pineda.
Profesor de Lenguaje.
Escritor.

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