Servidor Público, La columna de Citadini

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Se dice que la ciudad es como la segunda casa. Para muchos, que viven en departamentos o en casas pequeñas, es sin dudas el patio de la casa. Las ciudades nos cobijan, nos sirven a todos, sin distinciones; los parques, las plazas, las alamedas, los servicios públicos y privados. La ciudad además nos otorga una identidad social y cultural. Los pueblos y las ciudades son también inspiraciones artísticas y musicales: “adiós Santiago querido”, “mi Buenos Aires querido”, “la que más quiero es Madrid”, en fin. En literatura la ciudad es un personaje, muchas veces el personaje principal. Y también desde el inconsciente, desde lo onírico, las ciudades nos interpretan y nosotros las interpretamos. 

La tendencia hoy por hoy es que las regiones y las comunas tengan mayor poder para tomar decisiones. Los alcaldes son los políticos mejor evaluados. Es en las ciudades donde se puede discutir los problemas cara a cara entre los ciudadanos y las autoridades, aunque la participación es aún limitada. Para allá debiéramos apuntar. Que las ciudades puedan administrar más recursos, pero siempre con mucho control, pues como nos enteramos abundan las personas que “meten la mano a las castañas” y se pierden recursos que se pueden ocupar en beneficios para los habitantes de la polis. 

Luego del 18-O, cuando mucha gente andaba “pasada de revoluciones”; cuando se había vandalizado la Municipalidad, saqueado supermercados y negocios, destruido semáforos. Cuando interrumpían la libre circulación de los autos para hacer bailar a la gente, como los nazis en los guetos. Cuando no podíamos sentarnos en los bancos de la plaza, porque los muchachos los estaban usando para sus “fuegos fatuos”; le propuse entonces a un par de concejales, que conozco hace años, que el concejo más el alcalde debían hacer una declaración en contra de la violencia y la destrucción del espacio público y privado, y a favor de la paz y la convivencia civilizada entre los vecinos. Sin embargo, como decimos en el campo, “tiraron ‘eso mismo’ pa’ las moras”. Guardaron silencio ante la violencia como la mayoría de los hombres y mujeres de buena voluntad respetuosos de las leyes y de las personas. Por distintas razones, en la centro-izquierda principalmente, compraron la violencia como medio para transformaciones políticas, sociales y económicas; pero no se dieron cuenta que en el “combo” que compraron venían dos paquetitos que subestimaron desde un principio: la delincuencia y el narcotráfico. Si analizamos la evolución de los grupos que participaron en octubre-2019, los que persistieron, los que crecieron y se fortalecieron fueron, además de los muchachos y muchachas de puño en alto, la delincuencia y el narcotráfico. 

Sin duda, hay una estrecha interrelación entre narcotráfico y delincuencia. Es difícil no suponer que el narcotráfico financió en gran medida la revuelta. Casi todo tiene su precio en el mundo actual. Se veía mucha plata en las calles entonces, gente haciendo barricadas como haciendo un trabajo. Es sintomático que hoy, según las últimas encuestas, el principal problema personal de los chilenos sea la delincuencia y la inseguridad, 53%. Atrás quedaron las demás aspiraciones de octubre-2019. En Viña y Valparaíso, más del 55%  de los locales han sido víctimas del delito, (información del Mercurio de Valparaíso). En una noche de furia los narcotraficantes no dejan dormir a nadie con sus fuegos artificiales.

 La delincuencia nos afecta transversalmente, y es un problema social grave, porque muchos son niños y adolescentes que actúan bajo el efecto de las drogas. Y con la deserción escolar producto de la pandemia el problema aumentará. Se necesita, entre otras cosas, mucho apoyo sicológico y afectivo para revertir esta situación. Y es difícil, pues la estrategia del narcotráfico es perversa. El narcotráfico, además de incentivar el consumo de drogas en los jóvenes, compra con su dinero la conciencia y la libertad de las personas.

Le preguntaron al doctor Valenzuela qué sentía con respecto a las distinciones que había recibido por sus cualidades profesionales y humanas; él respondió: “yo sólo he sido un servidor público”. Y ahora, cuando tanta gente ha sido inoculada con el virus amigable y desinteresado del servicio público; ahora que los semáforos funcionan, la municipalidad está remodelada y pintadita, las bancas han retornado a la plaza, aunque en menor cantidad; hoy cuando escuchamos hasta el cansancio que todos quieren construir mejores pueblos y ciudades, sería bueno también que el concejo electo junto al alcalde o alcaldesa dieran testimonio público de que están a favor de la paz y de la sana convivencia entre los vecinos. Porque no se puede estar con una mano firmando papeles para construir mejores ciudades y con la otra alentando a la gente para que las destruya y las queme.

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