Con el Mismo Entusiasmo, La Columna de Citadini

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En un garito clandestino se escuchaba esta frase. Cuando en el póker uno de los tahúres perdía, los de más solían decirle: ¡con el mismo entusiasmo!; es decir, con el mismo entusiasmo que recogiste las fichas cuando ganaste, ahora entrega las que perdiste.

No puedo negarlo, me sentí contento cuando el pueblo cubano salió a manifestarse hace unos días. Justo me encontré con mi hija y se me vino a la memoria aquella frase. Le dije entonces: 

        ―Hija, con el mismo entusiasmo que saliste a protestar por la justicia y la dignidad de nuestro pueblo, ahora debemos salir a manifestarnos por la justicia y la dignidad del pueblo cubano. 

        Mi hija se limitaba a mirarme a los ojos.

        ―Han padecido por más de sesenta años una dictadura despiadada que nos les permite expresarse ni tener elecciones democráticas con distintos partidos políticos.

        Ella continuaba en silencio.

       ―Y sabes, además, nosotros gozamos de algo que ellos nunca han tenido.

       ―Qué sería ―preguntó mi hija.

       ―¿Conoces a William Wallace?

       ―No.

       ―¿Te gusta la historia?

       ―Poco.

       ―Debiera gustarte. Carl Gustav Jung dice que el ser humano no se puede entender sin su pasado.

       ―¿Y qué es aquello que nosotros tenemos y los cubanos no tienen? ―preguntó mi hija.

       ―¿Viste la película Corazón Valiente?

       ―Creo que no.

       ―Al final de esa película, antes de morir a manos de sus opresores, Wallace emite un gritó desde el fondo de su alma.

       ―¿Y qué dice?

       ―Freedom!!!!!

       Mi hija me mira fijamente a los ojos, pensando seguramente, me carga este viejo. Yo continuó.

       ―Y en los pocos videos que hemos podido ver y escuchar, el pueblo cubano, gritaba en las calles, “¡libertad, libertad!”

       La aguja del fastidio de mi hija llegaba a la zona roja. Pero sé que pronto cambia de ánimo y le pasa el enojo. Al poco tiempo me dice: “¿papá me puedes ayudar en este tema? Y yo le respondo con mucho entusiasmo, “pero claro, hijita”.

       Cuba es un estado policíaco. Como dijo un cubano, “el estado se mete en tu casa”. Felipe Kast que vivió en ese país y salió a protestar, puede dar testimonio de la estrategia del estado para silenciar la protesta. “No te matan, porque eso hace ruido en la comunidad internacional. La primera vez que sales a protestar, los policías vestidos de civil te rompen un par de costillas, la segunda vez te quiebran la nariz, la tercera vez ya no sales, y se acaba la protesta”.

      En cuanto al mecanismo de defensa que usan para justificar sus males: el embargo, es preciso decir que Cuba tiene intercambio de bienes con más de 70 países, incluyendo a Estados Unidos. Y como escribió Max Colodro recientemente, desde la U.R.S.S. en adelante, el modelo ha sido el mismo en todos los países socialistas que no tuvieron embargo, y en todos fracasó, por la ineficiencia.

    El lúcido maestro Carl Jung dijo a propósito: “…la tendencia a exigir todo del estado; sin reflexionar que éste por su parte consiste precisamente en aquellos individuos que plantean pretensiones. Un desarrollo consecuente de esta tendencia conduce al comunismo, en que cada individuo se esclaviza a la comunidad, y esta última es representada por un dictador, un poseedor de esclavos…” Algo parecido manifestó un médico cubano residente en nuestro país, el día de las protestas, afuera del consulado de Cuba en Santiago: “en Cuba somos esclavos de una manga de rufianes”.

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