Opinión: Lecturas sobre el resultado del plebiscito

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Por

Claudio Rodriguez

Gerente de Empresas

Servidor Público

Qué ocurrió el 4 de septiembre pasado? ¿Qué explica que el Rechazo haya obtenido el 62% de los votos y el Apruebo sólo el 38% en circunstancias que hace escasos 9 meses el Frente Amplio con el PC se imponían en las urnas? ¿cómo se explica esa enorme brecha? ¿cómo nadie lo advirtió? Estas y otras preguntas rondan en diversos círculos de la política nacional, especialmente de quienes estuvieron por la opción Apruebo, partiendo por el Gobierno del Presidente Boric que se la jugó a mil para que ganara el Apruebo, incluso tentándose en varias ocasiones a dejar de lado la prescindencia que debe mantener todo Gobierno.

Los políticos de los diversos sectores estarán buscando con seguridad complejas respuestas, pues en política lo simple y obvio no existe y los resultados, tanto para perdedores como ganadores, se “interpretan”. Y en mi opinión la respuesta es simple: los chilenos dijeron No al texto propuesto porque sintieron que amenazaba sus valores, los valores de la libertad, de la democracia, los valores nacionales, por eso la oferta de múltiples derechos sin decir cómo se llevarían a la práctica no fueron suficiente, ni la promesa del derecho al agua en la provincia de Petorca, ni la promesa de convertir a Aconcagua en región.

Veamos algunos ejemplos: de entrada, al momento de instalarse la Convención Constituyente en los jardines del ex – Congreso Nacional, varios constituyentes manifestaron su falta de respeto por el himno nacional y nuestra bandera, dos símbolos de unión de nuestra nación. Rápido se les olvidó como jugadores y público entonaban nuestro himno nacional en un estadio repleta de banderas chilenas en los partidos de fútbol que jugaba nuestra selección chilena ¡que signo más evidente de unión!. Y como si eso fuera poco, no sintieron ningún respeto y menos empatía por los niños de la orquesta sinfónica juvenil que se habían preparado con esmero y dedicación para interpretar nuestro himno nacional, las imágenes de sus caritas desconcertadas calaron profundo en los corazones y mentes de quienes vieron las imágenes. Luego vino el escándalo de Rodrigo Rojas Vade, que es sorprendido mintiendo acerca de su declarado cáncer, una enfermedad que por lo demás es sinónimo de muerte y sufrimiento no solo del enfermo sino de todo su círculo más cercano. Luego vinieron los debates, las descalificaciones y ninguneos de personajes como Stingo o las declaraciones de la señora Loncon que se interpretaron como una amenaza de división territorial del país, las votaciones desde la ducha, etc, etc, etc.

En medio del proceso se constataría el desprecio por la opinión diferente a la de ellos, cuando grupos sociales salieron a defender sus convicciones, a modo de ejemplo, el movimiento social “Con mi plata No”, o de la gente de nuestros campos que salió en defensa de nuestras costumbres centenarias o de grupos que defienden el derecho a la vida del que está por nacer. El mismo desprecio y ninguneo, tratándolos de ignorantes, tontos, arribistas, etc, que hemos visto post plebiscito a través de las redes sociales respecto de chilenas y chilenos herederos de nuestros pueblos originarios, o de las vecinas y vecinos de la provincia de Petorca y de las comunas más vulnerables de nuestro país, como si fuera una obligación de que las personas vulnerables debiesen adscribir a su mesiánica y “redentora” ideología.

Me pregunto ¿no sería más honesto e inteligente sentarse a reflexionar reconociendo de entrada el hecho que no supieron interpretar el sentir de la inmensa mayoría de las chilenas y chilenos. ¿Serán capaces de hacerlo?, la verdad no lo sé, pero no lo veo fácil, porque primero tienen que ser capaces de renunciar a su soberbia, a su mirada redentorista, de creerse dueños de la verdad y respetar los resultados de una elección o plebiscito, porque eso es ser democrático, lo contrario es ser totalitarista.

¿Quién ganó este plebiscito? en primer lugar, las chilenas y chilenos que entendieron lo que estaba en juego y, en segundo lugar, la democracia que se defiende de manera simple, basta un lápiz y un papel.

Y..¿qué quieren las chilenas y chilenos? Quieren un cambio, pero no cualquier cambio, quieren uno que les asegure mayor progreso y bienestar, mayor respeto y dignidad, una cancha más pareja en la cual todos podamos jugar las mismas reglas y en igualdad de condiciones. Es que de esperar que el Gobierno, el Parlamento y los dirigentes políticos de todos los sectores entiendan que es lo que realmente ocurrió y no se adjudiquen un resultado que no les pertenece. Tienen una inigualable oportunidad para reivindicarse ante el país y volven a ser valorados como los servidores que Chile necesita.

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