Felipe Caro López
Analista Político Internacional
Investigador John Glenn College of Public Affairs
The Ohio State University
Lo que sucedió a principios de esta semana con la decisión de la jueza Paulina Moya de dictar prisión preventiva para el alcalde Daniel Jadue no debería sorprender a nadie. Es muy probable que el edil mantendrá su cargo hasta que se resuelva el recurso de su defensa en la Corte de Apelaciones para tener la certeza del tiempo que estará alejado de su cargo. Es un golpe fuerte al Partido Comunista en su semana de aniversario, pues la defensa férrea a la figura de Jadue ha sido un mal negocio para la colectividad.
Así Jadue pasa a engrosar el listado de alcaldes y exalcaldes que han estado o están en prisión preventiva o en arresto domiciliario total, compartiendo listado con Raúl Torrealba de Vitacura, Cathy Barriga de Maipú, César Figueroa de San Ignacio, Juan Ramón Godoy de Rancagua y José Luis Yáñez de Algarrobo.
Este desfile de figuras públicas por tribunales puede leerse como un gran triunfo del poder judicial y el Ministerio Público en su labor de impartir justicia pero también como un reflejo de la fragilidad de nuestras instituciones que actúan cuando el daño ya está hecho, sobre todo a nivel local.
Sin embargo, el PC ya tomó una posición: la de ser el acusador de la institucionalidad. Curiosamente la misma institucionalidad de la cual son partes a través de varios ministerios, subsecretarios y jefes de servicios públicos. Se le acusa de ser corrupta y de estar realizando una persecución política sobre un proyecto transformador hacia los vecinos más vulnerables de Recoleta.
La tesis comunista es que se está “pagando” el precio por enfrentar al mercado y sus lógicas inmorales. Y para ese proceso de venganza, las instituciones de Chile están al servicio del poder.
Misma tesis, dicho sea de paso, que se escuchó desde Caracas en una declaración del Gobierno de Nicolás Maduro quien reafirmaba dicho punto.
La asociación de fiscales de Chile, la asociación de magistrados y los jueces dieron a conocer sendas declaraciones para defender su rol en las democracias modernas y particularmente en Chile, en donde cada día se va mermando la visión que se tiene de este poder del Estado.
Es difícil entender el por qué, el más disciplinado e importante partido de Gobierno cae en esta actitud que raya en alocuciones populistas y de poco sentido. Es difícil entender como Lautaro Carmona defiende las aglomeraciones de los militantes fuera de los tribunales a la vez que Subsecretario Monsalve lo califica de “Barras Bravas”. Es difícil entender como los mismos parlamentarios que firmaron una carta de apoyo incondicional a Jadue, sean los mismos que en enero presentaron un proyecto de ley para que, de ser formalizado por la fiscalía en el marco de delitos de corrupción y cohecho, siempre se debe determinar la prisión preventiva para el imputado.
Es incluso más difícil entender por qué el PC toma esta actitud cuando cuenta con alcaldías emblemáticas, ministros de la más alta importancia política, parte del corazón del Gobierno actual, una poderosa bancada de diputados y presencia en el senado después de varias decenas de años sin ellos.
El ex ministro de Sebastian Piñera y actual diputado por el Partido Liberal de Suecia Mauricio Rojas Mullor, en una de sus entrevistas nos comentaba que en el comunismo la “alienación llega a tal punto que el individuo desaparece al ser colectivizado por el partido, llegando incluso a desprenderse de su vida si fuera necesario para lograr un objetivo”.
Esto haría sentido, pero la figura de Daniel Jadue no es un patrimonio colectivo, no es una un camino de servidumbre hacia los designios del partido. Creo que en la actualidad, el PC ha dado el peor de sus pasos en falso, se han transformado en un partido al servicio del individuo, de su proyecto de vida y político, de sus intereses en donde ellos deben estar ahí para subsidiar este camino.
El Partido Comunista Chileno puede ser el único partido comunista neoliberal del mundo.
La vida es irónica… se requería del comunismo para apreciar el neoliberalismo ¿no era al revés?