Facilitadora de Psych-K
@ninohunt_
Desde muy niña se manifestó en mí una constante inquietud por comprender al mundo. La época de los “por qué” fue intensa e incisiva. Lamentablemente mi mente ávida por respuestas no logró ser atendida por mi entorno, más práctico y menos etérea.
En poco tiempo, hallaría en la lectura una fuente de información que calmaría- al menos por un tiempo- el incipiente y voraz deseo de “comprender”.
Esta formación que fue acompañada por profesores increíbles que la vida puso en mi camino, apareció la religión. Como era de esperarse, al principio devoré y mi corazón exaltado quería cada vez más.
En medio de estudios bíblicos y reuniones que a mis pares les parecían aburridas, salté un par de veces, en medio del púlpito con preguntas que para muchos feligreses adoctrinados eran muy incómodas. Por lo que en vez de una respuesta recibía miradas juiciosas y rechazos que cada vez se hacían más extraños.
No recuerdo exactamente el momento en que sentí que todas las respuestas que creí encontrar en esos libros y estudios comenzaron a sentirse vacías. Pero si recuerdo la decepción, sentimiento que pronto se mezcló con rebeldía propia de la adolescencia. Ninguna de mis experiencias fue acogida y comprendida. Solo encontré juicios transformados en culpas y que hacían ver los problemas de una adolescente, aún más graves de lo que ya sentía.
Confieso que la culpa me alejó del mundo eclesiástico. No era momento de cuestionar sus doctrinas, aún mi mente no surcaba esos parajes. Pero me alejó esa eterna definición moral de lo que está bien y mal, considerando además en que en un pueblo tan pequeño como el que crecí los secretos no existían, y los sobresaltos de feligreses por intentar ocultar vergüenzas eran de cada día.
Me quedé en plena adolescencia, huérfana, sin un lugar a donde ir. Hasta que en la escuela cursando 8vo básico nos dieron a leer el libro “Siddartha”.
Sin abordar los detalles de esta lectura, sólo me permito contarles que mis esfuerzos por entender habían encontrado lugar. La historia de Siddartha me mostraba que la vida misma era mi mejor maestra, y que la verdadera búsqueda no era hacia afuera sino hacia dentro, hacia el propio Ser.
Teniendo 13 años, y a través de esta lectura ya sabía que nada de lo que buscaba estaba fuera de mi, no quiere decir que por esto me iluminé, fue más que nada un Despertar.
Habría aún de caminar muchos vericuetos para encontrarme con las herramientas correctas que me permitieran abrir y habitar ese lugar dentro de mí.
El despertar de la conciencia, no es un hito personal, sino y sobre todo social. Lo que ha llevado a un crecimiento incipiente de buscadores espirituales y cada día somos más los que nos dedicamos a apoyar el desarrollo espiritual de las personas compartiendo las herramientas que hemos adquirido.
Pero como una especie de pandemia silenciosa que se ha colado- casi literal- en nuestras manos, y casi calcado a los feligreses de antaño, ahora nos encontramos con una especie de acoso de frases motivadoras que nacen del marketing de estos agentes del desarrollo personal, que necesitan más “clientes” y pero que al igual que antes, están vacíos y no sirven para quienes NECESITAN ayuda verdadera a una depresión, una crisis de angustia, ansiedad o estrés. O simplemente para una adolescente que busca respuestas y tal como fue hace años, las respuestas siguen estando dentro, no afuera.
¿Dónde están tus respuestas?
Ninoska Hunt Aguilera
Facilitadora de Psych-K
Formación en Terapias Holísticas
Colaboradora de Ahora & Terapias
Gestora de Cursos de Desarrollo Personal
@ninohunt_