El Cerro del Indio Dormido por Ágata Martín

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El domingo había amanecido nublado. Un respiro que nos dejara el día de ayer con la primera temperatura alta de esta avanzada primavera. Salgo a pasear pensando en los cuentos premiados en la celebración que hubo toda la jornada del sábado en el Centro Cultural Pedro Aguirre Cerda, con el título TRAVESIA DEL HEROE. Entretenido día para disfrutar con el gran despliegue de actos. Puestos en que los artesanos ofrecían sus productos; Escritoras vestidas para la ocasión ofreciendo sus novelas fantásticas. Descubrimiento, por mi parte, del delicioso hidromiel, bebida que habla de culturas antiguas. Un despliegue de fiesta medieval y personajes vestidos con ropajes de época; Juglar tocando y contando cuentos de Allan Poe; Y un violinista vestido con camisa cerrada y cinturón, paseándose tocando por el recinto. Día pensado para pasar con toda la familia en ese lugar emblemático y hermoso, que honra a este nuestro recordado presidente aconcagüino.

La temática de los cuentos era de héroes buscando al dragón que existía en este valle. En mi cháchara interior camino con mi perrita al interior del fundo El Castillo hasta el gran sauce, pegado a la acequia, que derrama hasta el suelo sus largos cabellos. Enfrente se encuentra mi amado cerro. Lugar que se me revelara donde quedara atrapado y custodiado de por vida el temible dragón. Después de tantos años fantaseando con el tesoro que guarda el “Cerro del indio dormido” encuentro la respuesta.

La historia sería la de un valiente guerrero inca, antiguo habitante de este entorno, quien lo vencería dejándolo al interior de la cueva de esa gran roca. El guerrero indio decidió dormir una siesta después de tan ardua lucha con el dragón. Juntó sus manos encima de su pecho y nunca más despertó. Desde aquel épico día, Dragón y Héroe duermen el sueño eterno, arropados por el cielo transparente del hermoso valle del Aconcagua.

Un lejano día, hace muchos años, delante de la antigua cancela de madera, estaba una joven mujer con su hijo pequeño. Salí a preguntarles si necesitaban algo. La mujer me contó que vivían en Santiago y habían venido al Santuario de Santa Teresita. Aprovechaba para mostrarle a su hijo la casa donde vivieron sus abuelos y ella pasara los veranos de su infancia en este lugar. Los invité a entrar para que recorriera sus recuerdos con su hijo. Sentada bajo del nogal, que ya existía entonces, recordó el cuento que su abuelo les relataba en las noches afuera en la calle oscura sin luminaria, mientras contemplaban el gran cielo estrellado que dona este hermoso valle. El cuento era que, al interior del Cerro del indio Dormido se guardaba un tesoro. Historia que la encontré fascinante. Desde entonces miro al peñasco mágico que motiva de fantasía mi imaginación. Imagen presente del cerro guardián que vela mi nocturno sueño y custodia también mi casa

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