Felipe Caro López
Analista Político Internacional
Investigador John Glenn College of Public Affairs
The Ohio State University
Como ya es sabido en la opinión pública, el alcalde de Recoleta Daniel Jadue fue impedido de dejar el país. Había elegido Venezuela como destino para participar en una actividad invitado por el Gobierno de Nicolás Maduro.
La fiscal del caso, Giovanna Herrera, le advirtió a la defensa que de concretarse el viaje, despacharía una orden de detención en su contra.
Venezuela nuevamente se hace presente en la política nacional, ya lo ha sido con el caso del asesinato del ex teniente Ojeda, el de negar la existencia del Tren de Aragua, el caso de Cúcuta y la migración ilegal.
Lo cierto es que las consecuencias del desastre humanitario del proyecto bolivariano han devenido en una de las diásporas más importantes del mundo, con 7.8 millones de venezolanos viviendo fuera de su país, pues las condiciones de seguridad, alimentaria y de vida no eran sostenibles. Simplemente la gente pasa hambre en Venezuela, como en Cuba.
Aún cuesta entender que incluso después de las palabras del ex presidente de Uruguay Pepe Mujica, quien no dudó en calificar al Gobierno de Maduro como una dictadura, existan fuerzas políticas en el continente que se sigan resistiendo a condenar con ahínco lo que sucede en Caracas.
Es posible encontrar las raíces de esto en el enamoramiento de la clase dirigencial de Izquierda que en el contexto de la llamada «Ola Rosa», que fueron esos años a principios de los dos mil el proyecto bolivariano de Hugo Chávez se consolidaba en el poder junto a aliados en casi todos los países de Latinoamerica, tales como Lula da Silva en Brasil, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia o los Kirchner en Argentina. La base de esto, según la profesora Ximena de la Barra el año 2006, es que estos gobiernos compartieron la tesis que el neoliberalismo es un modelo fallido de desarrollo, haciendo una amplia y profunda critica a los objetivos de milenio de Naciones Unidas por replicar en este los elementos centrales del modelo, sobre todo a través de organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Del mismo modo, hicieron especial énfasis en la experiencia latinoamericana de resistencia ante el modelo, sobre todo a través de organismos supra nacionales como el ALBA (La Alternativa Bolivariana para las Américas) y proyectos como PetroAmérica o Telesur; todos liderados por el expresidente Chávez.
Sin embargo, el auge de las materias primas terminó, el precio del petróleo se desplomó y con ello también el proyecto de Estado Benefactor que buscaba impulsar Chávez y continuado por Maduro.
A lo anterior, hay que recordar el caso «Lava Jato» que en Chile tuvo esquirlas pequeñas al solo focalizarse en la figura de MEO, pero que en otros países de la región tumbo gobiernos completos. El tema es que según el profesor Cristóbal Rovira Kaltwasser (2023), además de los problemas de corrupción que enfrentan los gobiernos de izquierda en la región, se suma el creciente crimen organizado y la gestión de la seguridad que se está transformando en otro talón de Aquiles.
Finalmente, está el problema de no llamar a Venezuela dictadura y estar dispuesto a mirar al costado sobre la pérdida total de la democracia que tanto se dice defender. Un gobierno que trata a nuestro presidente de «BOBORIC» sin ningún tipo de consecuencia.
El gobierno de Maduro ha hecho de la corrupción una práctica habitual, el no dejar competir a la oposición, su forma de mantenerse en el poder, anexar territorio de otros países como en el caso del Esequibo de Guyana, su forma de hacer política, exterior.
Es el veneno que condena a los gobiernos de la región y veneno que algunos están dispuestos a tragar sin problemas por el «sueño de la Latinoamérica unida».
Lamento decirles que hoy, ese sueño es una pesadilla.