Por Victoria Aldunce
Gerente, Diario Al Día
Paciente con Depresión
La mayoría de las veces, cuando leemos una columna de opinión o un artículo sobre la depresión, lo hacemos desde los aspectos clínicos o desde las eminencias que nos indican nuevos avances en su tratamiento, así como remedios que hacen clic con tal o cual neurotransmisor, etc.
También están las opiniones contrarias, las que nos indican lo que podemos hacer para ayudarnos a salir de la depresión: tomar sol, llorar cuando sea necesario, olvidarnos de un amor, vivir un duelo, cuidar nuestra apariencia, leer sobre esto, leer sobre aquello. Sin embargo, hay algo que, al menos yo, no he leído, y es cómo atravesar por una depresión.
No nos cuentan lo que siente el paciente, el enfermo, el afectado, el depresivo, o como quieras llamarlo, ya sea una depresión temporal o permanente. Yo no trato de igualar a todos, ya que cada persona en depresión siente de manera diferente, pero siempre hay sentimientos que se repiten, siendo el principal la soledad. Mientras estás enfermo, la soledad es abrumadora; a medida que entras en tratamiento, te vas sintiendo acompañado y querido, pero cuando ya «entre comillas» te recuperas, lo haces solo y vuelve la soledad, porque debes ser autosuficiente, capaz de hacer todas las cosas tú solo, y eso da miedo.
Están las crisis de ansiedad que surgen en cualquier momento: en un colectivo porque se cruzó un recuerdo, la primera vez que sales con alguien y te sientes siendo infiel de nuevo, o cuando vas a ese lugar favorito con esa persona que ahora está en el cielo. A veces, no puedes contener las ganas de llorar en la calle, y empiezas a caminar por las calles buscando alguna vacía.
La depresión no es una nube negra, es un escudo, un escudo que te pones para salir a la calle y poder mantener ahí tus emociones en línea, porque no paras de sufrir y, si bajas el escudo, no podrías vivir día a día, ni mantenerte alejado de personas que, sin intención o con intención, te hacen daño, pero tú no logras verlo. Solo tienes fuerza para una cosa: subirte el escudo por la mañana y bajarlo por la noche cuando nadie lo ve. Si tienes suerte, quizás el día te da un regalito de tiempo para bajarlo. Pero así es como vas viviendo.
Hoy, en el Día de la Lucha contra la Depresión, creo que lo mejor que pueden hacer las personas sin depresión es aprender a observar con atención, afinar el ojo, ver cómo van esos escudos, las crisis, las palabras. A veces, una simple invitación a salir, una simple conversación de WhatsApp o un simple «Hola, ¿cómo estás?» puede salvar una vida.