Por
Felipe Caro López
Analista Político Internacional
Investigador John Glenn College of Public Affairs
The Ohio State University
Existe una fuerte crítica hacia el Gobierno del presidente Boric, no tan solo por las voces que proclaman desde el oficialismo que estamos mejor que hace dos años, sino por el gran aspaviento que se creó con un crecimiento del 0,2% el 2023. Si comparamos con los números en la económica de la largamente maltratada Concertación de partidos por la Democracia y el primero Gobierno de Sebastián Piñera; muchos se hicieron una pregunta en tono burlesco, pero con fuerte raigambres de realidad, ¿en que país vive el Gobierno? En estas palabras me aventuro a responder esta interrogante.
La profesora Ximena de la Barra en su ensayo “The Dual Debt of Neoliberallsm” mostraba una gran esperanza en los proyectos internacionales del ALBA y Telesur como una forma renovada de crear un ideal común en la región a través de los esfuerzos del expresidente Chávez a principio de los años 2000. Me imagino si gran decepción de ver ese gran proyecto político de la izquierda transformado en la cuna de una dictadura que se aferra con todo al poder. Maduro a través de la inhabilitación de María Corina Machado, el secuestro y encarcelamiento de su equipo de campaña ocurrido esta semana además sus amenazas de guerra contra Guyana por el control región del Esequibo busca de manera artificiosa mantenerse en un poder que democráticamente debería perder. El caso de Nicaragua es muy similar, con Ortega cerrando universidades y persiguiendo a la iglesia de una forma en la cual no se ha visto en muchos años, persiguiendo a una oposición golpeada por los destierros y perdidas de ciudadanía.
Cuba por su parte, que ha sido el romance de la izquierda Latinoamérica por generaciones, tenido como el ejemplo presente de que la revolución era posible en otros países y contextos según lo que nos indica el filósofo y académico Martin Hopenhayn (2001), vive su propia crisis de legitimidad en tratamiento de los derechos humanos de su población y la mano de hierro de sus equipos de seguridad y opresión. Se espera que esta deslegitimación se incremente en una época de hiper conexión en donde por primera vez somos testigos de las protestas sociales dentro de la isla.
Por su parte la derecha en el continente encontró su devenir dictatorial de igual manera, con Bukele que crece y crece en popularidad, como lo hicieron en su momento Chávez y Ortega, pero que tarde o temprano se enfrentara a la realidad en donde debe corromper las instituciones democráticas y otros poderes del Estado para poder mantenerse en el poder como lo hizo con esta habilitación ilegitima de la Corte Suprema a su reelección. Porque seamos sinceros, lo proyectos antidemocráticos vienen de ambos espectros políticos y es justamente eso lo que más preocupa en el continente. Y es justamente por la creciente proliferación de una generación de latinos que no han nacido bajo el romance de estos proyectos y que lleva más de treinta años trabajando en sus proyectos democráticos, que aún tenemos una luz de esperanza en una región llena de sueños, pero escaza de constructores de realidad.
Es en este contexto, en donde el Gobierno desarrolla su proyecto político y social, de grandes cambios y procesos transformadores que terminaron en la realidad del golpe contra la pared de una sociedad que les dio vuelta la espalda. Pero, a pesar del gran fracaso, aún queda relato dentro del ejecutivo y sus partidos aliados, una historia de beneplácito moral que ahoga los malos tragos del caso fundaciones. Por supuesto, tanto el Partido Comunista como el ahora Partido en formación Frente Amplio son fuentes inagotables de esta batalla cultural e ideológica que se niegan a conceder incluso frente a la realidad. Este relato de que los casos de corrupción, la sensación de inseguridad, la pérdida del Senado y la imposibilidad de implementar sus reformas son meros espejismos y que, por tanto, se puede concluir que, dentro de la perspectiva gubernamental, que estamos mejor que hace dos años.
Al igual que las líneas del premio nobel de literatura, Gabriel García Márquez, Macondo es aquel pueblo que nos presenta una historia latinoamericana que cada vez que puede, se hace presente, como si aquella tierra de aguas diáfanas tuviera lienzos de poesía y realismo mágico entre las desventuras de la familia Buendía en procesos de revolución, poder y búsqueda romántica de proyectos democráticos propios. En este mundo, Venezuela no es Dictadura, Ortega no viola los Derechos Humanos o Bukele no altera las reglas para ser reelecto. En este mismo mundo, se puede concluir que estamos mejor ya que no hemos intercambiado libertades por seguridad, dignidad por comida y Democracia por sueños colectivos rotos. Espero que para ello no tengamos que caminar por otros cien años de soledad.