Por Felipe Caro López
Analista político internacional
Embajador graduado John Glenn College of Público Affairs. Universidad Estatal de Ohio.
@Prof.FelipeCaro
Recientemente se dieron a conocer cifras por parte del Registro Civil en donde se entregaba la cifra más baja de nacimientos en diez años. No es extrañarse, los costos de la vida van en alza y cada vez se hace más difícil lograr ciertos niveles de independencia económica que permita pensar en adquirir una casa propia, consolidar un proyecto de familia y poder, en ese contexto, pensar en tener hijos.
No es un problema nuevo en países más desarrollados (cómo Japón y varios países europeos) donde van en franca decadencia, muriendo más gente anualmente de la que nace. Incluso los procesos de incentivo a la maternidad y los migratorios regulares, que se estiman pronto cesarán en Europa, no han podido contrarrestar la tendencia de que seremos una sociedad cada día más vieja.
El debate de pensiones en este caso parece tener un sentido más de proyección que de inmediatez. ¿En algún momento serán más los jubilados que los activos? Difícil proyectar; pero no estamos tan alejados de aquello.
La pregunta sería entonces: ¿Cuál será la fuente de dinero que se necesita para que nuestros adultos mayores puedan enfrentar una vejez con tranquilidad y solidez?
El camino de que los trabajadores actuales paguen las pensiones a los hoy jubilados está llevando a países como España a un hoyo financiero sin retorno, pero los bajos sueldos en general no permiten que un trabajador pueda ahorrar lo suficiente como para poder vivir de lo que acúmulo durante en su vida laboral.
Es necesario, por tanto, buscar un punto intermedio que nos permita como sociedad hacernos cargos de este problema, tanto en el hoy como en el futuro. El incremento de la PGU, que en algunos casos es el 80% de todos los ingresos que recibe un jubilado, parece el paso natural para ello pues los impuestos generales que pagamos todos los trabajadores al consumir, los impuestos que pagan las empresas, el impuesto que pagan las inversiones y el ya tan famosos impuesto a la renta (dinero que pagan los que más ganan) es el fondo del cual depende la PGU.
La voluntad solidaria solo tiene sentido cuando estamos en presencia de un sistema donde los que más tienen, aportan más a los que menos tienen. Y curiosamente, los que más tienen, más han pagado este año según el SII (primer año donde el impuesto a la renta supera al IVA en cantidad de recaudación) con lo que el fondo que sostiene la PGU depende de los impuestos de las empresas, del impuesto que pagan los buenos sueldos o las ganancias de los emprendedores, no del bolsillo de los trabajadores, que aportan lo suficiente día tras día a través de lo que consumen para poder vivir.
Pongámonos la mano en el corazón para ser solidarios, pero con la verdad, el tema no es cuál es el destino del 6%; que puede ser inmensa discutible, el tema es si la solidaridad la deben pagar todos por igual o dejar que los más tienen, más aporten.
Tema pendiente para un Senado que se espera, tenga más mente fría en una discusión que le sobre corazón pero le ha faltado cabeza.