Este 25 de octubre de 2020 quedará grabado en la memoria de miles de chilenos y chilenas, y en la del mundo entero, el triunfo aplastante de quienes quisimos terminar con la constitución de Pinochet a través de la creación de una carta magna redactada solo por nuevos rostros políticos. Este triunfo es un triunfo de la política, pero no de los políticos clásicos, dada que la política en chile hoy la hace el pueblo con nuevos actores, y esa es la primera cuestión que se debe tener absolutamente clara.
Este resultado será sujeto de diversos análisis, pero uno de los principales es que barrió con la idea de que Chile está polarizado, dado que toda una nación, en cada territorio, votó mayoritariamente por terminar con la constitución de privilegios para unos pocos, que son precisamente los únicos que la validan y que viven en las pocas comunas acomodadas donde ganó el rechazo. Esa minoría ya no podrá imponer su constitución a muchos.
Otro análisis que no deja de sorprender es que hoy todos celebren el resultado. Da real pudor ver a la derecha, que mayoritariamente apoyó el rechazo, decir ahora que “ganó Chile” cuando la semana pasada decían que si ganaba el apruebo nuestra patria se convertiría en Venezuela y solo se centró en la violencia y la campaña del terror durante meses. A este esfuerzo impúdico de subirse al carro de la victoria se suma el gobierno, y su presidente, el que mientras tiene un gabinete del rechazo con miembros que hasta pusieron en duda realizar el plebiscito, hace una alocución nacional atribuyéndose un plebiscito que jamás estuvo en su programa y ante el cual jamás tuvo una postura clara.
Por otro lado, tampoco este es un triunfo de los políticos tradicionales de la centro izquierda, esos que administraron y profundizaron el modelo impuesto por Pinochet, que concesionaron todo lo posible y que cuando empezó el estallido social lo condenaron pidiendo más represión. Es un deber relevar que este triunfo no puede ser adjudicado a estos actores políticos y tampoco a los que se reunieron en una cocina política el 15 de noviembre para acordar para el pueblo, pero sin el pueblo, una salida institucional que mantuviera estable a un gobierno que viola los derechos humanos de su población.
El llamado a todo el mundo popular es a seguir movilizado, el proceso de cambios reales no será televisado ni institucionalizado. El pueblo debe tener claro que el proceso constituyente es un paso fundamental, pero no el único, para hacer los cambios urgentes que necesita Chile. Se debe mantener la presión popular hasta que el gobierno tome medidas inmediatas que terminen con la crisis económica, la pobreza y el desempleo.
Finalmente, ante el dictamen claro de la ciudadanía que dice no querer que los mismos de siempre hagan la nueva constitución, corresponde que tod@s los que se identifican con el apruebo busquen la unidad para garantizar que representantes del pueblo e independientes que destaquen por sus ideas, presencia en la movilización social y lealtad con las causas populares sean elegidos para este proceso histórico. El axioma central que debe conducir la política para este nuevo período es uno solo: “nunca más sin el pueblo”.