¿Recuerdan la película? Todos en el antiguo teatro —en platea, balcón y galería— se estrujaban de la risa.
¿Es la nuestra una sociedad enferma? En Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea, Erich Fromm nos da algunas claves importantes. A pesar de ser un libro escrito a mediados del siglo pasado, su temática está aún vigente. A continuación un párrafo:
“Lo que es muy engañoso, en cuanto al estado mental de los individuos de una sociedad, es la “validación consensual” de sus ideas. Se supone ingenuamente que el hecho de que la mayoría de la gente comparte ciertas ideas y sentimientos demuestra la validez de esas ideas y sentimientos. Nada más lejos de la verdad. La validación consensual, como tal, no tiene nada que ver con la razón ni con la salud mental. Así como hay una folie à deux, hay una folie à millions. El hecho de que millones de personas padezcan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes; el hecho de que compartan muchos errores no convierte a éstos en verdades, y el hecho de que millones de personas padezcan las mismas formas de patología mental no hace de esas personas gentes equilibradas”.
Escuchaba atentamente una entrevista a un parlamentario de oposición. Le preguntaban qué opinaba de los sucesos del 6 de enero en Washington, del ataque al Capitolio. Nuestro congresista decía, que eran hechos en extremo graves, sobre todo si ocurrían en el país ícono, o modelo, de democracia. Decía que la democracia era frágil y luego repetía tres veces, casi como un mantra: “hay que cuidar la democracia”, de hecho la entrevista terminaba con esa frase.
Qué curioso que haya tenido que pasar un año y tres meses, y un hecho de violencia en otro país, para que le cayera la teja a nuestro parlamentario, y dijera que la democracia es frágil y que es necesario cuidarla. Desde octubre de 2019 en adelante, salvo raras excepciones, los parlamentarios de oposición se mantuvieron en silencio, le compraron el cuento a los violentistas, esperando, tal vez, sacar algo a su favor desde los rastrojos. Recordemos que la violencia en un principio se dirigió al capital; a los supermercados y las empresas trasnacionales. Pero al poco tiempo los blancos fueron variados. Las oficinas públicas, las instituciones de educación, museos, bibliotecas, iglesias, cuarteles de policía, pequeños negocios, todo lo que se cruzaba en el camino de la turba. Y hablando de turba; seamos francos, a juzgar por las imágenes del ataque al Capitolio donde se apreciaba algunos vidrios rotos y papeles en el suelo—, la turba gringa es un niño de pecho comparada con la turba chilena, (hasta el momento).
Y la violencia en nuestro país no sólo fue física, también sicológica. Tenemos aún a los ciclistas funadores. Fueron a funar al ministro de salud. Tal vez no han visto lo que pasa en el mundo: en Perú, en Colombia, en Argentina, en Brasil. En estados Unidos pronto la cantidad de fallecidos sumará pronto diez veces las muertes norteamericanas en la guerra de Vietnam. En Inglaterra ya han fallecido más civiles que en toda la Segunda Guerra Mundial. ¿Creerán que tienen la fórmula para detener los contagios? Usar la bicicleta para causar daño a otras personas es incalificable. La bicicleta es un medio que produce salud física y mental; incluso existe un libro describiendo las bondades del ciclismo: “Bici Zen”, de Juan Carlos Kreimer.
Y no sólo en Chile, también en Estados Unidos los políticos se dan sus vueltas de carnero. ¿Recuerdan a Rudy Giuliani?, el alcalde de Nueva York durante el ataque a las Torres Gemelas. Ese hombre que pronunció la célebre frase: “O estás con la civilización o estás con el terrorismo”. Bueno ese señor, antes del ataque al capitolio, junto con su presidente, estaba azuzando a las masas para que fueran a protestar al Capitolio; quizás lo hacía “por unos dólares más”.
Entonces parafraseando a Giuliani: “o estamos con la frágil democracia, o estamos con la violencia y la funa”. No puede haber ambigüedades al respecto; especialmente en el momento histórico en que nos encontramos.