Chile y el mundo siguen siendo asolados por la crisis sanitaria y humanitaria producida por el COVID 19 y potenciada por el modelo neoliberal que domina en casi todos los países que han fracasado en el control de la pandemia tal como nuestro país. Es una realidad innegable que los modelos centralizados, con una importante presencia del Estado y con los derechos sociales, como la salud, garantizados han enfrentado de mucha mejor manera la crisis. Esto último, cabe destacar, no se trata de “izquierdas o derechas” sino de modelos sociales exitosos que se centran en las personas y su bienestar versus otros fracasados en los que solo importa la producción y las divisas.
La afirmación central que se debe realizar sobre la pandemia del COVID en Chile es una sola: la crisis jamás ha estado controlada y la disminución de casos que se vio en el verano fue solo pasajera y, además, la razón de esto sigue siendo la misma: la nefasta administración de Piñera que ha puesto permanentemente la mantención de la producción y el funcionamiento del mercado por sobre asegurar la vida y la salud de la población. Demostración de esto son los permisos de vacaciones, el inentendible funcionamiento de casinos, cines y otros lugares de entretenimiento, el irresponsable encono de volver a clases presenciales, entre otros tantos errores que producen que sigamos siendo parte del negativo ranking de los países con más fallecidos y contagios de COVID.
A lo anterior se suma la obligación que han tenido miles de chilenos y chilenas de arriesgarse a diario en un transporte público atiborrado, en el comercio ambulante y en otros focos de contagio para obtener el sustento diario dado que las medidas económicas de ayuda que ha implementado el gobierno han sido todas tardías, con letra chica y mínimas dado que se han diseñado bajo la obtusa visión neoliberal que norma no entregar recursos directos a las familias, sino que generar los mecanismos para que estos siempre sean parte de negocios y generen réditos en el mercado. El ejemplo icónico de lo anterior es lo ocurrido con las cajas de mercadería o las residencias sanitarias, que no solo fueron entregadas a las grandes cadenas, en vez de favorecer a las pymes, sino que también han sido factores de negociados y actos de corrupción que están en el foco de la polémica.
Finalmente, no se puede dejar de mencionar la paradoja de implica que lo único que se ha hecho bien es la vacunación, la que ha sido llevada adelante por un sistema de salud público que los neoliberales han intentado destruir durante años a punta privatización y recortes de presupuesto, como también lo han intentado hacer con los trabajadores/as de la salud y sus derechos laborales.
El clímax de todo lo anterior se ha dado ahora con la intención del gobierno de aplazar unas elecciones que jamás han querido realizar puesto que abren la puerta, precisamente, a cambiar la constitución en que se basan sus privilegios y negocios. Respecto a esta decisión es menester comentar que, si bien se basa a una condición sanitaria de real gravedad, el escenario por el que esta se produjo ha sido creado y potenciado por todo el cúmulo de malas decisiones antes mencionado. En otras palabras, el posible aplazamiento de las elecciones es la consecuencia de una crisis sanitaria que es directa responsabilidad del ejecutivo, lo que da lugar a fundadas sospechas.
La reflexión final no puede ser otra que mientras los neoliberales del gobierno de Piñera y, no está de más recordar, parte importante de la supuesta oposición, continúen prefiriendo sus negocios y el dinero por sobre la vida de las personas y la democracia, seguirán muriendo miles de chilenos y chilenas, y se seguirá aplazando un proceso constituyente que, precisamente, busca terminar con las lógicas neoliberales que tanto daño le han hecho a nuestro país y a su población.
Daniel Zamorano